El pasado de hoy





"Como en el ajedrez y la fritada,
ficha cogida, ficha jugada"





Por: Fernando Ortiz



secuencia 1
JUAN CASTILLO

Interior / noche

La noche de este martes 26 de enero de 1982, se consume entre copas y tabacos, en ese olor propio de una empolvada cantina y tienda a la vez. Es una población del oriente ecuatoriano. “EL ESPEJITO” es un lugar en donde se funden los olores de los jabones, harinas, manteca de cerdo en tachos grandes y los clavos de olor, polvillo para los chanchos y chanca para pollos, hasta las cebollas que alguien comprará mañana, ponen parte de ese aroma. Más allá, en una mesa pequeña están 6 vasos con licor a medio consumir y Los ceniceros que van repletando con colillas.

La casa en donde funcionaba la cantina es una construcción mixta, abajo con cemento y hormigón, y arriba la estructura es de madera, los pisos y las paredes. La casa parece inacabada, le falta aún el cielo raso. Y solo en ciertas paredes de algunas habitaciones habían colocado pintura verde y naranja.

La casa esta desde hace unos seis años en las Calles Juan Sangurima y Pastor Bernal, En Sucúa, Provincia de Morona Santiago.

En la calle, a esa hora de la noche están parqueados algunos vehículos, una camioneta Mitsubishi L200, un Montero Rojo de placas ACL – 628 y un automóvil Toyota corolla de color blanco con placas AFH– 201.

En una pared de la casa habían pintado un graffiti que se leía: “Hasta cuando seres pacíficos dueños de lo absurdo”.

A esta hora la música es imperceptible. Da igual un Sanjuanito que un pasodoble, un allegro clásico que una tecnocumbia con los melódicos. Los convocados al chupe ya hablan de a dos en dos. El homenajeado Arturo Gomezjurado salió a la calle en busca de un poste cómplice para orinar. En su mente se cuestionaba la idea de cómo acá si es posible éste privilegio, que en Queens le costaría una multa y sería llevado a la Corte.

Arturo Gomezjurado

A la mierda gringos hijos de puta,

Dijo en alta voz, con ese típico balbuceo de una persona ebria. Adentro, en el Espejito, Juan Castillo, el trovador del pueblo llegó hasta la cantina y se paro frente de la mesa de los amigos. Dio un par de golpes a sus palmas y saltó sobre sus talones. Castillo viste como siempre, un pantalón negro, una camiseta y abrigo también de ese mismo color. Completa su atuendo una gorra amarilla, en la que se lee VOTA 6 y en letras más pequeñas NEBOT PRESIDENTE. Vino solo y con su guitarra en la mano, nadie le había invitado, pero sabía que el festejo de bienvenida sería en ese lugar.

Castillo es un hombre flacuchento, alto y casi desgarbado. Un gran lector de cuanto libro cae en sus manos. Fanático por las emisoras internacionales, las noticias y la salsa, por esa extraña herencia de vivir un tiempo en la costa, en Ventanas.

Entre sus largas virtudes que siempre les recuerda a sus amigos está el haber llegado al final de la cueva de Logroño y de haber amado a la mujer más maravillosa del planeta, Carola Santos, esa mujer madura a quien todos los hombres del pueblo querían conquistar.
Juan Castillo

Señores si a ustedes nos les importa necesito de su compañía. (poético) Debo decirle a mi noche, a esta noche corta y triste, lo que estoy pensando. Ahora cuando las almas ya se han escondido, pero mis estrellas, mis luceros y la luna ya han salido para escucharme. Voy a cantar a la noche. No deben ser todos, con solo un par de borrachos de ustedes, que me acompañen, estaré satisfecho, creo que pueden ser.... Ortiz y Zúñiga.

Carlos Lituma

¡No jodas chucha!, otra vez vienes con tus pendejadas. No vez que estamos celebrando, ha llegado el Arturo Gomezjurado, ¡el Arturo Gomezjurado!!!.


Enfatiza levantando la voz, y callando definitivamente al trovador. Lituma gira la cabeza y mira a Roberto Carvajal servir un trago para el trovador.

Juan Castillo

Bien, bien, con que así estamos. Tenía algo que decir y me van a escuchar.

Los ebrios vieron al trovador quitar la copa servida de las manos de Carvajal y luego, de un solo golpe. Alfredo Ortiz, que estaba menos borracho, tomó la palabra y quiso mediar en este conflicto.
Alfredo Ortiz

Hagamos una cosa, pendejito, preguntémosle al dueño de esta cantina, al Leonardo Galarza. Si le parece que podemos salir a escucharte, pero después nos deja que nosotros sigamos en lo nuestro, chupando en este lugar, sólo así nos vamos. Sino, que pena Juaneco...que pena Juaneco.
(Gritando) Leonardo ¿qué dices nos aguantas, para oírle al trovador?

El dueño de la cantina, medio dormido contesta.

Leonardo Galarza

No me jodan. Mejor vayan a ver si esta lloviendo debajo de la cama, Chucha. Yo me voy a dormir.(bostezando y mirando el reloj) Mañana tengo que ir a Macas tempranito a cobrar un dinero en el Banco de Fomento...

Alfredo Ortiz
Que pena Juaneco....Lo sentimos mucho, voz mismo oíste que al Leonardo. tienen que fomentarle no sé que cosa en Macas, mañana...

La cantina rompe en carcajadas. Justo en ese momento retorna Arturo Gomezjurado. Entra frotándose las manos. Ahora es un hombre elegante y huele a un perfume newyorkino. Llega y abraza con afecto reprimido al trovador Castillo.

Gomezjurado no había perdido la costumbre de sacarse la cera de los oídos con la punta metálica de la llave del carro. Estaba allí, de nuevo parado haciendo lo mismo raspando su canal auditivo con la mano derecha. Después retiraba la cera sin ninguna delicadeza, con la máxima naturalidad.
Arturo Gomezjurado
Junaeco que gusto verte.

Juan Castillo

¿Qué te parece Arturo? ahora estamos juntos pero tan distantes. Tu vuelves con plata, mucha elegancia y oliendo rico. Mientras yo, me quedé aquí, con tu bicicleta y tu pelada. Por cierto, ahora que has regresado están a tus órdenes. A la bici le falta una buena montura y la Normita una buena casa.

La cantina nuevamente se llena de carcajadas.

Arturo Gomezjurado

Volvemos a vernos a los 8 años y sigues con tus cosas. Mira no hay broncas ni rencor. Mejor dime ¿cómo van tus versos poeta?

Juan Castillo

Algo tenemos nuevo, algo tenemos. Por ejemplo ahora les invitaba al Roberto Carvajal, al Alfredo Ortiz y a este par de pendejos (mostrando con el clavijero de su guitarra), que me acompañen, pero no quieren. Dicen que están de anfitriones de tu llegada. Por qué no pueden ser como uno, buen acolitador, buena gente, sincero y original hasta en la forma de orinar. Empeñado en difundir la cultura local. Por último, sueñen, sean como el Braulio Rodríguez, ese soquete dice que algún día será alcalde de Sucúa.

Allí si la cantina estalla en risotadas.

Roberto Carvajal.

Dejemos al Chichi en paz y lánzate algo bueno, pero algo bueno. ¿A ver que tanto jodes?.
Castillo rasga entonces la guitarra y de su voz emanan las palabras en tono poético. A veces cierra los ojos mientras se apoya en la madera de la guitarra.

Juan Castillo

A Sucúa,
instancias de mi camino viejo.
A las mariposas ciegas que nos dejaron y volaron,
a las que se quedaron y entre burbujas de aire llegaron hasta el cielo.

Amante jungla,
sabor del agua del guadual herido,
olor verde de tarde festiva,
canto matinal con cien aves trasnochadas.
Caliente espacio terrenal
del rey espera penetrantes rayos.

Sucúa,
a ti llegaron las mujeres,
Sanchos y Quijotes,
Los dueños de los sueños.
dejaron
la macana y la toquilla,
los olores de la retama tierna,
el romero y la manzanilla fresca,
dejaron,
cambiaron,
vinieron,
ganaron:
Bernal, Olson, González,
Abarca, Fike, Flores,
Zúñiga, Carvajal, Hernández,
semillas frescas en la floresta incandescente
en cansados rocinantes cabalgaron,
ataron con lágrimas crucifijos y rosarios.
Todavía guardo el sudor del puño en afilado gavilán,
mojadas botas dolidas.
Nada los detuvo,

Sucúa,
Escucho, el grito moribundo del chicahuiña inmortal.
Escondo, las gotas de la tormenta de ayer en picos de los azulejos elegantes.
Doblo, con mis manos el arco iris de las montañas,
para abanicos de los siete colores construirte.

Sucúa
abultada melodía de placer repleta,
grande y heroica te levantas.

Sucúa,
instancias de mi camino viejo,
vuelvo a ti para amar eternamente como en 15 años.

Sucúa,
Ya nos dejaron las mariposas ciegas,
ya se han ido,
ellas volaron y buscaron otro verano,
en nuevas playas, en arenas nuevas.

dejaron,
cambiaron,
emigraron,
perdieron.
Sucúa,
Nosotros, los que en una noche en agosto,
En brumosa lluvia tapamos tu vientre de fango con retocados adoquines.
Pedimos permiso para volver.

Volver y mirar a treinta electrizadas golondrinas
colgadas en alambres empolvados,
ellas nos esperarán siempre.

Sucúa,
sueño glorioso del forastero ,
brazo generoso el de tus hijos.

El trovador cierra los ojos. Da un golpe a la madera de su guitarra y pregunta.

Juan Castillo

Carajo.. ¿no tienen ni un trago?

En el salón El Espejito sólo hay un silencio que se confunde con la noche. Todos se han quedado petrificados y queriendo escuchar más.

Gomezjurado en persona sirve una copa bien puesta y le ofrece con reverencia al trovador.

Arturo Gomezjurado

Hay un trago y muchos aplausos.

Los presentes celebran el instante chocando las copas y bebiendo en homenaje al trovador. Todos empiezan a murmurar y a sonreír expresando su agradecimiento.

En la cantina, un locutor que trasnocha todos los días, en el parlante de la radio, una emisora dice que “Buenos Días, son las 3 de la mañana del miércoles 27 de enero, y enseguida ponen el disco “Mis flores negras” del inmortal Julio Jaramillo. El locutor continua hablando “Es la hora de Julio Jaramillo, dice una voz con eco, sobre la música que lentamente empieza a sonar.

Oye bajo las ruinas de mis pasiones
Y en el fondo de esta alma que ya no alegras
Entre polvos de ensueños y de ilusiones
Yacen entumecidas mis flores negras

Juan Castillo se despide cordialmente y se marcha con su guitarra en la mano derecha. Con la izquierda recoge la única botella que esta plantada en medio de la mesa de los invitados. Cuando llega a la puerta levanta la guitarra y la botella en señal de victoria y grita.

Dirigiéndose a Gomezjurado

Juan Castillo

Deberías llamarte Macario, tienes toda la cara de llamarte Macario.

La concurrencia nuevamente estalla en risotadas. Se aleja y cuando esta en la calle, sólo, levanta la botella y bebe el licor que de un solo golpe. Después hace el ritual de apretar el cuello de la botella empinada sobre su boca, sacudiendo hasta sentir que cae la última gota de licor en su garganta.

Inmediatamente de este ritual Castillo lanza la botella al aire y cae estrepitosamente en mil pedazos sobre el adoquín.

CREDITOS
Una película de Fernando Ortiz...continúan....
Mientras se escucha como fondo en segundo plano la melodía de la radio que dice
Ellas son mis dolores, capullos hechos,
Los inmensos dolores, que en mis entrañas,
sepultan sus raíces, cual los helechos
en las húmedas grietas de las montañas


Sigue......


secuencia 2
el colombiano
Interior / noche
Jairo se llama el colombiano
este martes 26 de enero de 1982, se consume entre copas y tabacos, en ese olor propio de una empolvada

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